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Revista TyCE / TyCE 5

México y America Latina ante la UNESCO

Andrés L. Valencia

Las relaciones bilaterales y  multilaterales en los  campos de la educación, la ciencia y la cultura pueden cumplir una función decisiva en el  proceso de concertación de  América Latina

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Debo decir  que este  ejercicio de  reflexión en  torno a  la actuación de México en la Organización de las Naciones Unidas para  la  Educación,  la  Ciencia  y  la  Cultura,   desborda inevitablemente los limites que su denominación le impone. El examen de las  perspectivas del Organismo,  y de las  grandes líneas de la acción de México frente y dentro de él,  conduce por necesidad a un  análisis más amplio  sobre el futuro  del multilateralismo y la evolución de la comunidad internacional en los próximos años.

Algo similar  ocurre  con el  tema  que me  ha  correspondido exponer: México y América Latina ante la UNESCO. Dicho  tema, en efecto,  nos  lleva  a considerar  las  cuestiones  de  la concertación  latinoamericana  y  del  papel  de  los   foros multilaterales en la última d‚cada del siglo XX.

Como  punto   de   partida,   vale  la   pena   señalar   que históricamente los Estados latinoamericanos, por lo menos  al nivel de las manifestaciones políticas, han expresado siempre un decidido apoyo a la UNESCO y a las distintas tareas que la Organización realiza.

En esa postura se trasluce la convicción de que el  Organismo representa  un  instrumento  útil  de  cooperación  para   el desarrollo, y  también una  instancia privilegiada  a fin  de intercambiar puntos de vista  sobre los problemas más  agudos  de la sociedad contemporánea.

Lo anterior, sin embargo, no  significa que los países de  la región  ignoren  o   pretendan  desconocer  las   ineficacias administrativas  y  la   excesiva  burocratización  que   han afectado y aún afectan a la UNESCO. De ahí que algunos de los más representativos países latinoamericanos hayan participado activamente en  el proceso  de  reforma de  la  Organización, procurando, al  mismo  tiempo,  salvaguardar  sus  propósitos básicos y sus programas fundamentales.

Habría que  advertir, a  continuación,  que en  ese  respaldo latinoamericano  al   Organismo  ha   faltado,  en   términos generales, un propósito deliberado de concertación  política. Por eso,  en relación  con otros  grupos regionales,  América Latina tiene  probablemente  menor  peso  específico  en  las decisiones de  la UNESCO  y recibe,  asimismo,  insuficientes beneficios a  través  de  sus programas  de  cooperación.  La distribución regional de puestos y los recursos asignados por la Organización para apoyar  el desarrollo del  subcontinente ejemplifican, qyuizás, tal tendencia.

Esta ausencia de  concertación latinoamericana,  porsupuesto, no es privativa  de la  UNESCO. Se  manifiesta igualmente  en todos los  foros  multilaterales  y  ante  las  más  diversas cuestiones internacionales de carácter global o regional.  Sin negar que  son numerosos  y complejos  los factores  que  han contribuido a la desarticulación de nuestros países, destaco, entre ellos, el elemento perturbador que han significado para la suma  de voluntades  latinoamericanas los  vínculos de  la región con la gran potencia del norte del hemisferio.

Empero, en los  últimos años parecería  manifestarse una  más firme  solidaridad   latinoamericana.  Se   ha  repetido   en múltiples ocasiones que los Grupos  de Contadora, de Apoyo  y de Cartagena son muestra clara de la voluntad de las naciones de América Latina  para establecer mecanismos  de consulta  y proyectos específicos  de  cooperación que  permitan  avanzar hacia la convergencia política y la integración económica  de la zona.

Así, hace apenas unas semanas aparecieron noticias  relativas a la  sugerencia de  establecer un  Consejo de  Ministros  de Relaciones Exteriores  de  los  países  latinoamericanos  que tendría precisamente, entre otras finalidades, la adopción de posiciones conjuntas frente  a los problemas  internacionales de    nuestro    tiempo.    Obviamente,    la    concertación latinoamericana en los foros  multilaterales, entre ellos  la UNESCO, tendría que ser uno de los resultados de ese  proceso de consulta y comunicación.

Una  América  Latina   teatro  de  conflictos   regionales, difícilmente habr   de  ser  escenario  de  un  proceso  de convergencia.

Los  avances  logrados  hasta  ahora  son  todavía  frágiles. Resultan también considerables los  obst culos a vencer  para establecer instituciones que permitan una eficaz articulación de las políticas exteriores de los países de América  Latina. Desearía mencionar aquellos que, a mi juicio, revisten  mayor importancia.

Señalo en primer lugar, la posible inserción de la zona en la confrontación global entre  el Este  y el  Oeste Una  América Latina, teatro de  conflictos regionales, dificilmente  habrá de ser escenario de un  proceso de convergencia. más aún,  en la perspectiva de  un estallido de  violencia que conduzca  a nuestros  países  a  asumir  como  propios  los  enfoques   e intereses estrat‚gicos  de  las  superpotencias,  no  podrían excluirse fenómenos de desintegración nacional.

En segundo lugar, es preciso  destacar que la continuidad  de regímenes  dictatoriales  en  algunos  países  del  Cono  Sur dificulta la coincidencia  política latinoamericana.  Debemos reconocer  que  las  nuevas  democracias  sudamericanas   han contribuido ampliamente  al  pujante  latinoamericanismo  que prevalece en nuestros días. Indudablemente, el retorno de  la democracia  en  aquellos  países  en  los  que  prevalece  el autoritarismo  coadyuvaría  a  la  concertación  de   América Latina.

Por último,  tenemos  que  prestar atención  a  la  creciente separación que se perfila  entre las naciones anglófonas  del Caribe y el resto de  la América Latina. Esta tendencia,  que se acentuó  gravemente  despu‚s  de  los  acontecimientos  de Malvinas y Granada, tiene su origen en los distintos  niveles de desarrollo y las diferencias culturales y sociales que  es fácil percibir en una y otra subregión.

Sin embargo, tampoco se puede ignorar que no ha habido, en la mayoría de  los casos,  suficiente voluntad  política de  los países iberoamericanos para  establecer con  los Estados  del Caribe bases comunes de entendimiento. Lo que es un hecho  es que, de no producirse un esfuerzo sistemático para impedirlo, América Latina  habrá   de  verse  dividida  en  dos  regiones claramente  diferenciadas  y   con  intereses  muchas   veces divergentes.

Perseverar en los esfuerzos de concertación, no obstante  sus dificultades, resulta  para  nuestros  países  un  imperativo ineludible. La crisis  actual amenaza  dejar a  la región  al margen de los procesos de reconversión económica e industrial que induce la revolución tecnológica de hoy. Simult neamente, hay quienes  pretenden  una reordenación  de  las  relaciones internacionales que niega, en definitiva, las ideas políticas en que se funda la convivencia pacífica entre los Estados. En tal   escenario,    el    aislamiento   de    las    naciones latinoamericanas  cancela  vías  de  desarrollo  y  tiende  a frustrar el ejercicio de la soberanía.

Perseverar en los esfuerzos  de concertación, no obstante  sus dificultades, resulta para los países  latinoamericanos un imperativo ineludible.

Por  el  tamaño  de  su  población  y  de  su  economía,   la responsabilidad  de   impulsar   fórmulas   imaginativas   de articulación latinoamericana  recae  primordialmente  en  los mayores países de la zona.  Los ocho de Contadora y el  Grupo de  Apoyo  pueden  constituir  un  número  de   coincidencias políticas que propicie  proyectos específicos de  cooperación regional.  Jamás  ser   excesiva  la  inversión  de  voluntad política que se realice en esa dirección.

México,  en  particular,  deber   continuar  la  política  de acercamiento a  América Latina  que ha  emprendido la  actual administración. Dicha política es,  en mi opinión, el  legado más significativo del Gobierno del Presidente De la Madrid  a las relaciones  exteriores  del  país, y  cobra  un  especial relieve a la luz de los recientes acuerdos entre Argentina  y Brasil. Tenemos que desviar nuestra mirada al sur. Permanecer ajenos a los fenómenos integracionistas que se producen en el otro extremo  del continente  representaría un  error de  muy serias consecuencias.

Asimismo,  evitar  un  enfrentamiento  bélico  e  impedir  la consolidación en el  rea de una rígida zona de influencia que ahogue el pluralismo de los  países de América Latina son,  y habrán de ser, objetivos centrales de la política exterior de México. También  lo debe  ser  el incremento  cuantitativo  y cualitativo de  nuestros intercambios  con las  naciones  del Caribe.  En  este  contexto,  las  relaciones  bilaterales  y multilaterales en los campos de la educación, la ciencia y la cultura pueden cumplir sin duda, una función decisiva.

En  y   ante   la   UNESCO,  ¿para   qué la   concertación latinoamericana? Una de sus primeras finalidades tendría  que ser el mejoramiento de la  posición relativa de la región  en lo que  toca  a la  distribución  de los  beneficios  de  sus programas de  cooperación. Lo  mismo  cabría afirmar  de  una mayor influencia de América Latina en el proceso de  adopción de decisiones dentro de la Organización.

En ambos  casos  es  necesario,  a  la  vez,  salvaguardar  y afianzar los lazos naturales de solidaridad de América Latina con los demás países del Grupo de los 77. La reestructuración del orden internacional sigue  siendo el problema crucial  de nuestro tiempo, y bien sabemos que exige una solución global.

La UNESCO y los foros  multilaterales han de ser espacios  de diálogo   para    formar    consensos   con    los    Estados Industrializados  que  beneficien,  en  su  conjunto,  a  las naciones en desarrollo.

Para el logro de dichos propósitos, la formulación del Plan a Plazo Medio y la elección o reelección del nuevo Director  de la  Organización   ofrecen  oportunidades   que  no   debemos desaprovechar.  El  proceso   de  selección   del  más   alto funcionario de la UNESCO,  tal y como  se ha planteado  hasta hoy, con facilidad pudiera derivar en un compromiso entre  el Grupo Occidental y  el Afro-asi tico, al  que América  Latina asistiría prácticamente como observador. A fin de alejar  ese peligro es  inevitable  llevar  a  cabo,  cuanto  antes,  las consultas  necesarias,  fijar   metas  concretas  y   diseñar estrategias específicas. No se trataría, fundamentalmente, de elegir a un candidato latinoamericano, sino de desempeñar  un papel activo en una designación en la que, obvio es  decirlo, depende en gran medida el futuro del Organismo.

Finalmente, y sobre  todo, concertación latinoamericana  para defender y preservar  a la Organización,  de acuerdo con  los principios de su carta constitutiva.

La ofensiva contra la UNESCO es, en último término, un ataque general al multilateralismo  y a las  nociones de  democracia internacional y de igualdad soberana de los Estados sobre las que aquél se  erige. América  Latina no  puede permitirse  la indiferencia  frente  a  un  diseño  político  que   pretende reordenar a  la  sociedad  de  naciones  de  acuerdo  con  un designio, calificado con justicia, de imperial.

La  defensa  requiere  de  inteligencia  política.  Exige  la solidaridad del  mundo en  desarrollo, la  identificación  de aliados potenciales y  el mismo espíritu  de cooperación  que prevaleció en Sofía, para evitar confrontaciones estériles  y propiciar consensos  amplios.  Supone, asimismo,  un  trabajo consistente  de  persuasión  sobre  la  opinión  pública   de aquellos países que se han retirado de la Organización.

Sorprende, quizás,  que  precisamente en  tales  naciones  de raíces profundamente democráticas haya surgido el rechazo  de la democracia  internacional. Pero  por  eso, en  su  opinión pública interna  se  encuentra,  tal  vez,  el  más  poderoso defensor del  multilateralismo  y  la UNESCO.  Además  de  la acción de gobiernos y parlamentos, las comisiones  nacionales de los países  de América Latina  para la  UNESCO tienen  que concertar sus  esfuerzos  para  que en  la  propia  comunidad intelectual y  científica de  los Estados  Unidos y  la  Gran Bretaña se genere un movimiento hacia el pronto retorno a  la Organización.

En esta  cuestión,  como  en los  problemas  de  la  paz,  la distensión y la cooperación para el desarrollo es el  diálogo democrático, interno e  internacional, el mejor  freno a  los proyectos hegemónicos  que imponen  una nueva  e  inaceptable subordinación.

  

  

 

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2 La Red Satelital de Televisión Educativa EDUSAT. El papel de la investigación para su desarrollo efectuado en el año 1999, por la Dirección de Investigación y Contenidos Educativos (DICE) del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE), organismo internacional con sede en México, D.F., para conocer por encargo de la Secretaría (Ministerio) de Educación Pública (SEP) de México, el impacto y alcance del Sistema Satelital EDUSAT con más de 16 canales televisivos dedicados a educación escolar en todos sus niveles de enseñanza (desde preescolar hasta posgrado), la formación continua, profesional y formación docente, así como la divulgación de la ciencia y tecnología, y difusión de la cultura y las artes, Ávila, P. (1999).
1

Al igual que en España, la programación educativa de la Televisión Española (TVE) inició su emisión de forma regular en junio de 1961, el uso educativo de la televisión se desarrolla entre los años 60 y 70 en casi todos los países del mundo bajo el impulso de la UNESCO, como organismo que instó e impulsó a sus estados miembros a aprovechar este medio de comunicación de masas para ofrecer igualdad de oportunidades en la educación para todas las personas. Se trataba asimismo de erradicar el analfabetismo, elevar la calidad de la formación y acceder a mejorar los niveles de conocimientos científicos, culturales y artísticos. Sevillano, M. (2000).

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Desde los años 70 y en diversos países latinoamericanos, se desarrollan fundamentalmente experiencias que pretenden explorar la recepción televisiva y/o, al mismo tiempo, ver cómo afecta el consumo de televisión a la vida cotidiana de los telespectadores. Dos experiencias como las de Guillermo Orozco en México o de Valerio Fuenzalida y María Elena Hermosilla de CENECA en Chile, parten de procesos educativos integrales que fomentan la recepción activa de los telespectadores. Frente a los estudios convencionales, de carácter cuantitativo, se pretende la implicación del telespectador a través de la autoexploración de hábitos de consumo televisivo y la propuesta de diversas dinámicas de grupo muy relacionadas con el juego y la creatividad. El desarrollo de esta nueva metodología de investigación de audiencias llegó a promover la figura de los denominados educomunicadores, que son a la vez investigadores y dinamizadores de la recepción crítica y activa por parte de las audiencias. Véase: Orozco, G. (1996) y por otro lado veáse Fuenzalida, V. y Hermosilla, M. (1990), así como Fundación Honrad Adenauer, (1991).

5 Ibíd op. cit. 4.
6

¿Cuáles son las características, las peculiaridades de la televisión educativa? ¿Qué la hace tan diferente de otras modalidades de televisión? Habría que comenzar reconociendo que no existe una modalidad, un formato, o un género televisivo puro al que se le pueda colgar el rótulo de educativo salvo en la primitiva época de la televisión escolar. Sin embargo, está comprobado que ya sea una telenovela, un noticiero o un reality tan de moda durante los últimos años, pueden ser emitidos y usados con fines pedagógicos. Por eso quizá hay cierto tipo de televisión que por consenso suele llamarse cultural, educativa o escolar y sus características propias van más allá de estructuras o propuestas formales, ya que más bien se expresan en las audiencias a quien se dirigen. Informe Aproximaciones a la Televisión Educativa. Equipo de asesores pedagógicos de televisión educativa del Ministerio de Educación Nacional de Colombia. Bogotá, 2004.

7 Ibíd. op. cit. 8
9

Cada uno de estos países, viviendo diferentes desarrollos y aplicaciones en la producción y utilización de la TV educativa, ha logrado un cierto desarrollo de sobra conocido en el campo de la cultura y la divulgación del conocimiento científico o artístico, dentro de la llamada educación informal. Pero también existe en estos países ejemplos muy relevantes de la utilización de la televisión como base de materiales didácticos o intruccionales que sirven tanto para el apoyo fundamental de la enseñanza formal, como sobre todo en la no formal y dentro de los distintos sistemas de educación abierta y a distancia. Es el caso de Telescola en Brasil, o la Telesencundaria y el Telebachillerato en México, donde se atiende a más de 700,000 alumnos al año en las distintas zonas rurales y urbanas más marginadas del país.

Andrés L. Valencia Director General de la Dirección de Organismos Internacionales de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México